María de la Cruz Gaspar Piña, nació el 15 de diciembre de 1953 en el poblado de Villa Victoria, Estado de México.
Le sobreviven su hijos:
Israel, Marisol, Adriana, Socorro, Juan Carlos, Bernabe e Iván.
María de la Cruz fue maestra de costura y trabajó desde temprana edad, fue una mujer esforzada, trabajadora que nunca despreció el trabajo, así se convirtió en ejemplo para su familia. Su gusto por la costura, también se reflejaba en la elegancia que le caracterizaba y en el buen gusto para con su persona. Varias veces llegó a decir: “El día que me vaya los quiero a todos y a todas guapos, bellas y bien vestidos”.
Quienes conocieron a María de la Cruz, pueden testificar que sus hijos e hijas fueron siempre su prioridad, con su labor siempre buscó el avance de las vidas de ellos y de ellas. En el año 2008 emigró a los Estados Unidos y desde su divorcio trabajó para hacerles una casa y decía: “el día que uno de mis hijos no tenga donde vivir, aquí tendrá un techo”; Crucita, -como le decíamos de cariño-, siempre se esforzó contra los malos tiempos, contra las desventuras, contra las adversidades que no fueron pocas, luchó hasta el último día de su vida.
Una de las cosas que más gozaba ella, era cocinar para su familia, siendo ya ellos adultos, ella procuraba cocinar e invitarles a todos para reunirlos en su mesa. Expresaba amor y alegría en todo tiempo. Asimismo, ella era buena consejera y también era firme, cuando algo le molestaba “agarraba parejo” como se dice en México. Pero siempre se supo que sus regaños eran por el amor y cariño que tenía a su familia. A Crucita se le extrañará su voz, sus palabras, su risa, y su alegría.
Una de las cosas que Crucita más disfrutaba era subirse a la montaña rusa y a los juegos mecánicos. Las personas decían -“juegos no aptos para su edad”- pero ella no hacía caso, tenía gusto por la adrenalina, además que deseaba gozar, compartir y reír con su familia y sus nietos. Además le gustaba bailar, hijas y nietas siguieron su ejemplo, y cómo le daba coraje cuando en las fiestas veía a personas que se quedaban sentadas, les animaba a levantarse, pues sino a “qué vino” comentaba. Le encantaba entablar conversación, era de carácter sociable y le gustaba hacer amistades. Como a muchos de su familia, era una apasionada del fútbol y su equipo lo llevaba en su nombre, era fiel aficionada de la máquina celeste de la Cruz Azul, siempre decía que los fracasos del equipo habría que llevarlos con el rostro en alto. Así también enfrentaba los momentos difíciles de la vida.
Nueras, yernos, nietos y bisnietos, también fueron receptores de su cariño, y de las múltiples expresiones de amor que ya daba. Varias palabras reflejan su vida: Amor, trabajo, dignidad, esfuerzo, alegría y pasión
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